Este texto fué presentado por mí en el Congreso Mundial de Filosofía, que tuvo lugar en Boston, Estados Unidos, en el verano de 1998. Fué publicado, inicialmente, en los Anales de ese evento.
La problemática de la originalidad constituye la primera indagación, cuando se trata acerca de la filosofía en la América Latina. Representa la meditación filosófica latinoamericana algo nuevo, en el terreno más amplio de la filosofia occidental? Frente a esta pregunta, surgen dos respuestas radicales: no hay ninguna originalidad o, por el contrario, es posible una originalidad total. Ejemplo de la primera alternativa es la opinión del brasileño C. Bevilacqua, para quien "la especulación filosófica presupone una amplia y profunda base de meditación acerca de los variados dominios del saber humano, apareciendo ella como una flor misteriosa (...) de esta vegetación mental, así como la poesía es la flor de la emotividad" [Bevilacqua, 1899: 16]. En efecto, destaca Bevilacqua, si bien es cierto que la poesía florece en el Brasil, como consecuencia del hecho de enraizarse en el sentimiento, no ocurre lo mismo, empero, com la filosofía, terreno en el cual los brasileños se limitan a copiar el pensamiento de los europeos, sin que exista una escuela propia, o un conceito original de vulto. Opinión igualmente radical es defendida por el pensador colombiano F. González Ochoa, para quien es imposible hablar de filosofía latinoamericana, por el hecho de que tenemos nosotros, los latinoamericanos, un espírito de colonizados. "Quien es colonia por dentro -- escribe González Ochoa [1986: 761] concibe la libertad como cambio de dueño".
La problemática de la originalidad constituye la primera indagación, cuando se trata acerca de la filosofía en la América Latina. Representa la meditación filosófica latinoamericana algo nuevo, en el terreno más amplio de la filosofia occidental? Frente a esta pregunta, surgen dos respuestas radicales: no hay ninguna originalidad o, por el contrario, es posible una originalidad total. Ejemplo de la primera alternativa es la opinión del brasileño C. Bevilacqua, para quien "la especulación filosófica presupone una amplia y profunda base de meditación acerca de los variados dominios del saber humano, apareciendo ella como una flor misteriosa (...) de esta vegetación mental, así como la poesía es la flor de la emotividad" [Bevilacqua, 1899: 16]. En efecto, destaca Bevilacqua, si bien es cierto que la poesía florece en el Brasil, como consecuencia del hecho de enraizarse en el sentimiento, no ocurre lo mismo, empero, com la filosofía, terreno en el cual los brasileños se limitan a copiar el pensamiento de los europeos, sin que exista una escuela propia, o un conceito original de vulto. Opinión igualmente radical es defendida por el pensador colombiano F. González Ochoa, para quien es imposible hablar de filosofía latinoamericana, por el hecho de que tenemos nosotros, los latinoamericanos, un espírito de colonizados. "Quien es colonia por dentro -- escribe González Ochoa [1986: 761] concibe la libertad como cambio de dueño".
Ejemplo de la segunda alternativa es la opinión del
brasileño R. Gomes, para quien sería posible la elaboración de un pensamiento
latinoamericano ciento por ciento original, surgido de la meditación sobre la
propia realidad y del olvido de la filosofía europea, que se convirtió en una
simple cultura ornamental en la América Latina. Al respecto, concluye el
mencionado autor: "desde el punto de vista de un pensar brasileño, Noel
Rosa (compositor popular) tiene más para enseñarnos que el señor Immanuel Kant,
toda vez que la filosofía, como la samba, no se aprende en el colegio"
[Gomes, 1980: 107]. Opinión semejante es defendida por el peruano A. Palacios
quien, en su "Mensaje a la juventud universitaria de Iberoamérica",
considera que hasta ahora la cultura filosófica latinoamericana fué tributaria
del pensamiento europeo. Esta circunstancia mudó a partir del final de la
primera Guerra Mundial, que desenmascaró la decadencia de Europa. La América
Latina, según Palacios, se siente en la inminencia de dar a luz una nueva
filosofía, perfectamente original. En la senda de esta absoluta novedad, la
revista peruana Valoraciones
llegó a proponer lo siguiente: "Liquidemos cuentas com los tópicos en uso,
expresiones agónicas del alma decrépita de Europa" [apud Mariátegui, J.
C., 1986: 62]. A este respecto, Palacios escribe: "Somos pueblos
nacientes, libres de amarras y atavismos, com inmensas posibilidades y amplios
horizontes delante de nosotros. El cruzamiento de razas nos dió un alma nueva.
Al interior de nuestras fronteras acampa la humanidad. Nosotros y nuestros
hijos somos síntesis de razas" [apud Mariátegui, J. C., 1986: 64].
Entre estas dos posiciones extremadas se sitúan las
opiniones de varios pensadores latinoamericanos, que se dedicaron al estudio de
la problemática de la originalidad filosófica. Así, por ejemplo, para el
peruano A. Salazar Bondy [1968], a pesar de que las condiciones de
subdesarrollo hayan impedido hasta el presente la formulación de una filosofía
latinoamericana, será no obstante posible llegar a ella, en la medida en que
sean superadas las causas del atraso. Criticarlas a éstas es ya dar comienzo a
la mencionada filosofía. Para el argentino A. Korn [1940], es posible hablar de
filosofía autóctona toda vez que hay en Latinoamérica una colectividad humana
unificada por sentimientos, intereses e ideales comunes, que desarrolla, a la
luz de éstos, su acción histórica. La explicitación racional de este conjunto
original, com la ayuda de la tradición filosófica occidental, constituye lo que
se puede llamar filosofía argentina.
El pensador mexicano J. Vasconcelos [1927 y 1986]
considera que los latinoamericanos no pueden hurtarse a la elaboración de una
filosofía propia, que constituye "una manera renovada y sincera de
contemplar el universo" [Vasconcelos, 1986: 50] y que es formulada a
partir de la asimilación crítica de los valores y de los conceptos heredados de
la cultura occidental. Este proceso constructivo debe tener presente la
aprehensión emocional del mundo, que ocurre en la vivencia estética. Este
aspecto es fundamental para la interpretación del mundo por parte de los
latinoamericanos que son, en el sentir de Vasconcelos [1986: 58], una
"raza emotiva".
Ya el pensador peruano J. C. Mariátegui [1978 y 1986] destaca
que no existe un pensamiento característicamente latinoamericano. "Me
parece evidente -- escribe Mariátegui
[1986: 63] -- la existencia de un
pensamiento francés, de un pensamiento alemán, etc., en la cultura de
Occidente. No me parece igualmente evidente, en el mismo sentido, la existencia
de un pensamiento hispanoamericano. Todos los pensadores de nuestra América se
han educado en la escuela europea. No se siente en su obra el espíritu de la
raza". Sin embargo, esto no significa que sea imposible la aparición, en
el futuro, de una filosofía típicamente latinoamericana, en la medida en que
vayan siendo incorporadas a la meditación filosófica las culturas indígenas.
Por esto Mariátegui concluye con esperanza: "El espíritu hispanoamericano
está en formación". Por outra parte, el pensador peruano reconoce que la
filosofía europea entró en crisis, porque está en declinio la expresión
capitalista de esta cultura. Con todo, él considera que Europa se renovará.
"El pensamiento europeo se sumerge en los más profundos misterios, en las
más viejas civilizaciones. Por esto mismo demuestra su posibilidad de
convalecer y renacer". Cabe a los pensadores latinoamericanos saber
asimilar la savia del pensamiento universal, que circula en las venas de la
filosofía europea" [Mariátegui, 1986: 62].
El pensador argentino F. Romero [1944, 1952 y 1986]
considera que, para discutir la cuestión acerca de si hay una filosofía
latinoamericana se debe, en primer lugar, descartar las dos posiciones
extremadas que fueron mencionadas al comienzo. Éstas son sintetizadas así por
él: la que sostiene "que todo ya fué dicho y no resta sino repetir
devotamente los esquemas ilustres" y la que "espera revelaciones
portentosas, novedades inauditas, creaciones ex nihilo". Romero [1986: 69] refuta así una y outra
posiciones: "La primera implica decretar la radical esterilidad del
presente y del futuro, negarles, sin razones válidas, la virtud innovadora que
palpita en toda época, y acogerse a una plácida contemplación de la riqueza
amasada por los antepasados. Es la cómoda actitud del heredero, que cuando
llega al extremo, culmina en la rápida dilapidación del legado. En cuanto a la
espera y la exigencia de portentosas revelaciones -- residuo de la actitud mítica -- acusa
ignorancia, porque la historia de la filosofía da testimonio, en cada uno de
sus instantes, de la continuidad y de la articulación del pensamiento
filosófico, que hasta en sus menores pliegues e inflexiones cuenta com las
adquisiciones obtenidas y en ellas se apoya para perfeccionarlas y aún para
contradecirlas". Romero destaca, en seguida, el fenómeno de la
"normalidad filosófica", que constituye el clima actual de la
filosofía en la América Latina y que es definida así: "el ejercicio de la
filosofía como función ordinaria de la cultura, al lado de las otras
preocupaciones de la inteligencia" [Romero, 1986: 68]. Este clima abre la
puerta para la maduración de la conciencia de sí y la formulación, en un futuro
próximo, de una auténtica filosofía latinoamericana. Al respecto, Romero [1986:
71] escribe: "Lo que existe es mucho más modesto, pero también mucho más
sólido y autoriza qualquier esperanza, ya que es el presupuesto indispensable
para que surja y prospere a su tiempo una filosofía original. La vena
filosófica florece por todas partes; sería estupidez o maldad exigir que las
aguas brotasen, desde el comienzo, abundantes y cristalinas, cuando en países
de muy madura civilidad hubo apenas arroyuelos precarios. La naciente filosofía
todavía tiene que ir mucho a la escuela; y aún debe ser estimulada a prolongar
la escolaridad, porque todas las precocidades, y aún más las de la
inteligencia, son peligrosas y, en los casos menos graves, desembocan en
lamentables pérdidas de tiempo. Lo esencial, definitivamente, es esto: que en
nuestra espiritualidad la vocación filosófica llegó a adquirir conciencia de sí
y busca sua expresión".
El pensador venezolano E. Mayz Vallenilla [1959 y
1986] considera que es posible una filosofía latinoamericana en la medida en
que, siguiendo el método heideggeriano de la hermenéutica existencial (de clara
inspiración fenomenológica), el hombre iberoamericano descubra su origen, o
sea, su aprehensión primordial del ser. La originalidad, en filosofía,
presupone dos cosas basicamente: por una parte, conocimiento profundo del
patrimonio filosófico de la humanidad y, por outra, explicación de la forma
peculiar en que, en el transcurso de la historia, el hombre latinoamericano ha
vivido su experiencia de ser, la cual, por ser limitada, se caracteriza por
algunas notas particulares. Estas características expresarían la originalidad
(la originariedad, dice Vallenilla)
de la filosofía latinoamericana. "La experiencia de ser del hombre
latinoamericano -- destaca el pensador
venezolano [1986: 80] -- se halla emparentada con la historia de la experiencia
de ser realizada por la Humanidad en su totalidad y, sin embargo, en ella se
acusa la presencia de una original originariedad.
La originariedad consiste en la
diversa forma de comprender el ser y, por lo tanto, de objetivar su sentido y
hasta sus significaciones categoriales". Estan originariedad de la filosofía en la América Latina es expresada
así: un aprehenderse el hombre de esta parte del mundo como un
"no-ser-siempre-aún", que pone al desnudo el inacabamiento existencial
del universo histórico latinoamericano.
Para el pensador peruano F Miró Quesada [1974 y 1986]
es indiscutible que se está formulando, hoy en día, una auténtica filosofía
latinoamericana, que recorre dos caminos: el de los que piensan, a partir de la
América Latina, los problemas universales de la filosofía y el de aquéllos que
piensan, a la luz de la filosofía universal, los problemas del hombre
latinoamericano. Esta tarea está siendo realizada por la "tercera
generación" de pensadores latinoamericanos de este siglo, siendo que la
primera fué la de los "patriarcas" o "fundadores" (que
hablaron por primera vez de "filosofía americana", como J. B.
Alberdi, A. Korn, J. E. Rodó, C. Vaz Ferreira, E. Molina, A. Deustua, R. de
Farias Brito, J. Vasconcelos y A. Caso) y la segunda fué la de los "consolidadores" o
"forjadores" (que formularon la problemática de la autenticidad de
esta filosofia como, por ejemplo, F. Romero, C. Astrada, N. de Anquín, J. de
Figueiredo, A. Amoroso Lima, J. C. Mariátegui, S. Ramos, etc.).
La tercera generación realiza este ideal recorriendo
los dos caminos mencionados. G. Marquínez Argote [1986b: 13] sintetizó así las
características de esta generación, que es llamada técnica: sus miembros "nacen en la segunda década del siglo XX
aproximadamente. Asumen y dan continuidad al proyecto de la generación
anterior, pero con la ventaja de que ya la filosofía ha llegado a una primera
madurez de disciplina normalizada, sobre cuyas bases se puede pensar en la
creación de una filosofía auténtica". (Se situarían dentro de esta
generación, además del propio Miró Quesada, autores como R. Frondizi, V.
Fatone, C. Cosio, J. A. Vásquez, E. Pucciarelli, A. Vasallo, M. Reale, O. N.
Derisi, M. A. Virasoro, A. W. de Reyna, A. Ardao, J. Llambias de Azebedo, V.
Ferreira da Silva, J. Cruz Costa, G. Francovich, L. E. Nieto Arteta, C.
Betancur, D. Cruz Vélez, J. Jaramillo Uribe, E. Mayz Vallenilla, L. Zea, R.
Soler, E. García Maynez, F. Larroyo, E. de Gortari, L. Villoro, A. Sánchez
Vásquez, L. Recasens Siches, E. Nicol, J. Gaos, J. Xirau, J. D. García Bacca,
E. Imaz, M. Granel,, J. Ferrater Mora, M. Zambrano, etc. A pesar de no
mencionados por Miró Quesada ni por Marquínez Argote, también estarían en esta
generación, a nuestro modo de ver, importantes pensadores como R. Uribe Ferrer,
A. Restrepo Arbeláez, A. Paim, C. B. Gutiérrez, D. Menezes, J. P. Galvão de
Sousa, A. Correia, L. Van Acker, U Zilles y otros).
El pensador mexicano L. Zea [1974, 1976 y 1986]
considera que es posible hablar de una "filosofía latinoamericana como
filosofía sin más", o auténtica filosofía [Zea, 1974]. Inspirado en
conceptos provenientes de la dialéctica hegeliana, Zea destaca que, por el
hecho de que los latinoamericanos son seres humanos, están dotados de la
capacidad de pensar filosóficamente. Sólo que la meditación filosófica ocurrió
en América Latina de forma diferente a como ocurrió la filosofía en Europa.
Afincados en los pensadores europeos, los latinoamericanos partieron para la
discusión del problema fundamental que siempre los preocupó: la libertad. En la
realización de esta empresa interpretaron a los autores europeos, tratando de
solucionar, a la luz de sus pensamientos, la problemática que los preocupaba.
Ahora bien, esta solución apunta para un camino: superar el pasado de
colonialismo y el presente de neocolonialismo. Pero la toma de conciencia de
este reto ocurrió, para los pensadores latinoamericanos, en el seno del estudio
de la historia de las ideas, o sea, de la forma en que las varias generaciones
trataron, a la luz del pensamiento europeo, de solucionar la problemática
básica de la libertad. Racionalismo, positivismo, liberalismo, etc., las varias
tendencias del pensamiento europeo, fueron puestas en confrontación por los
pensadores latinoamericanos con el gran reto que los movía: la cuestión de la
libertad. En este esfuerzo de negación de la servidumbre, surgieron relámpagos
de lo que se podría llamar una auténtica filosofia de la historia
latinoamericana, que fué la forma predominante adoptada por la filosofía en nuestro
continente. Forma que es, en el sentir de Zea, "filosofía sin más",
por cuanto responde a la pregunta fundamental del ser humano por el sentido de
su existencia.
Zea sintetiza de la siguiente manera su concepción
acerca de la filosofía latinoamericana: "Resumiendo, podríamos decir que
nuestra filosofía, innegable filosofía, partió y parte de la conciencia de la
servidumbre y de la dependencia impuestas por los intereses de otros hombres.
Pero servidumbre y dependencia que no podrán ser anuladas si simplemente se
pretende ser eco de otros hombres, aunque sean hombres libres, olvidando la
experiencia de las propias servidumbre y dependencia. Porque no se puede ser
outro diferente de sí mismo: y es de sí mismo que se tendrá que partir para ser
libre. Es el mismo hombre el que, sin dejar de serlo, toma conciencia de su
servidumbre para transformarla en libertad, sin dejar por eso de ser el mismo
hombre concreto que aspira a ser libre. Todo esto proviene de una filosofía de
la historia expresada en esta historia de la filosofía latinoamericana.
Filosofía de la historia que, al tomar conciencia de la servidumbre y de la
dependencia, se transforma en una filosofía sin más, que proyecta ponerle fin a
la servidumbre y a la dependencia impuestas a lo largo de esta nuestra
historia. Filosofía de la liberación que es, al fin de cuentas, la preocupación
de toda filosofía, pero que en esta nuestra América se presenta como
preocupación central. Una filosofía que, para ser tal, no debe esperar que los
hombres de nuestra América sean libres. En una sociedad de hombres plenamente
libres, otras serán las preocupaciones filosóficas de sus individuos. En una
sociedad en la que la libertad continúa siendo puesta en riesgo, la
preocupación central de tal filosofía debe ser la conquista de la
libertad" [Zea, 1986: 127].
Para el pensador argentino E. Dussel [1980 y 1986], es
posible una filosofía latinoamericana como filosofía de la liberación. El
pensamiento europeo-norteamericano se ontologizó, dejando de aprehender el
auténtico punto de vista metafísico, que consiste en abarcar y comprender la
realidad humana del mundo periférico, sometido a la dominación del centro. Se
trata de elaborar un nuevo discurso filosófico, a partir de la perspectiva de
los dominados. De forma semejante a como, en la teología de la liberación, se
identifica el lugar teológico de la Revelación con la lucha histórica de los
explotados contra los explotadores, así, en la filosofía de la liberación, el
lugar de aprehensión de la verdadera dimensión metafísica es esta misma lucha.
Este nuevo modo de filosofar, que surgió en la Argentina en 1972 y que
rápidamente se extendió, en los años posteriores, al resto de la América
Latina, "parte evidentemente de la periferia, pero aún usa el lenguaje del
centro" [Dussel, 1980: 7]. Este lenguaje abarca algunas categorías
provenientes de las filosofías hegeliana, heideggeriana, husserliana y
marxista. El grupo de categorías que tiende a prevalecer es, al parecer, el
proveniente del magterialismo histórico de Marx. Las cuestiones relativas a la
temática de la liberación de los oprimidos son las fundamentales para la
filosofía de la liberación. El punto central es el siguiente: "No hay
liberación nacional frente a los imperios de turno, sin liberación social de
las clases oprimidas. Adoptada esta tesis, la filosofía de la liberación clarea
su definición histórica" [Dussel, 1986: 134], y pasa a identificarse com
la praxis liberadora de los oprimidos.
Para el pensador brasileño A. Bezerra [1936: 72] no
hay duda de que hubo, ya desde el período colonial, una filosofía autóctona en
el Brasil, proveniente de la unión entre la meditación europea y la
"filosofía de los Naturwölker".
El también brasileño L. W. Vita [1964, 1969a y 1969b] considera, por su parte,
fuera de discusión la existencia de la filosofía brasileña, "no como un
organismo eidético, supratemporal, totalmente inmune a la contingencia
histórica, sino alguna cosa que no es más que la elevación abstractiva de una
situación vital historicamente dada. En el proceso de asimilación de las ideas
ajenas, imprimimos nuestras características, de acuerdo com el viejo principio
de que todo lo que se recibe toma la
forma del recipiente, o como ciertos perfumes que, al contacto con la
epidermis, sufren una alteración química que les muda la fragancia, y en esto
consiste nuestra originalidad" [Vita, L. W., 1969b: 6].
Dos pensadores brasileños, M. Reale [1947, 1977, 1981a
y 1981b] y A .Paim [1977, 1981, 1984 y 1986] formularon la metodología que le
permite a la filosofía latinoamericana caracterizar su originalidad, sin con
todo caer en el extremo de una originalidad total (reivindicada, según ya fué
visto atrás, por autores como R. Gomes o A. Palacios). Partiendo del hecho de
que la meditación filosófica contemporánea ocurre preferentemente bajo la forma
de discusión de problemas y no como formulación de las grandes perspectivas
transcendente y transcendental (que ya fueron fijadas por las filosofías de
Platón y de Kant, respectivamente), ni como construcción de sistemas (que fué
la modalidad adoptada por la meditación occidental hasta finales del siglo
pasado), Reale y Paim parten para la formulación de un método que permita el
análisis de la producción filosófica brasileña y latinoamericana como discusión
de problemas, superando el vicio de la actitud apologética, que condena o
hipervaloriza autores, de acuerdo con las preferencias axiológicas del
estudioso y venciendo, por outra parte, la moda analítica, que reduce la
filosofía al estudio de los clásicos, sin con todo reconocerles a los
pensadores latinoamericanos .la capacidads para meditar sobre su propia
realidad. En relación con esta posición, A . Paim [1981: 92] escribió: "La
filosofía es ciertamente un saber especulativo, que se se proyecta sobre una
problemática que, a pesar de renovada a través de los tiempos, se ha revelado
como perenne frente a la sucesión de los sistemas. Estos problemas, sin
embargo, siempre están relacionados con las circunstancias culturales. De
suerte que el carácter especulativo de la filosofía no puede ser considerado
como simple diletantismo, como si la filosofía no tuviera ningún compromiso con
la temporalidad y las angustias de determinado momento de la cultura de un
pueblo".
A . Paim [1981:92], inspirado en la corriente
culturalista brasileña (tributaria del neokantismo y de la fenomenología),
sintetizó de la siguiente forma la propuesta metodológica en cuestión: "El
método sugerido por Miguel Reale para la investigación de la filosofía
brasileña se compone de los siguientes elementos: 1) identificar el problema (o
los problemas) que preocupaban al pensador, prescindiendo de la búsqueda de
filiaciones a corrientes que le sean contemporáneas en el exterior; 2)
abandonar la preocupación de averiguar si el pensador brasileño interpretó
adecuadamente las ideas de determinado autor extranjero, más expresamente,
renunciar a la confrontación de interpretaciones y, por lo tanto, al cotejo de
la interpretación del pensador brasileño estudiado con otras interpretaciones
posibles, para escoger entre una u outra y 3) ocuparse de preferencia con la
identificación de nexos y derivados, que permitan aprehender las líneas de
continuidad real de nuestra meditación".
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